Hace unos días se publicaron dos notas en el diario capitalino La Voz del Interior sobre la desnutrición infantil en nuestro país (2/10 y 4/10 respectivamente). En la primera, es posible observar algunas expresiones verdaderamente sorprendentes realizadas por el doctor Pablo Durán, coordinador de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud del Ministerio de Salud la Nación.

Entre otros incordios, el funcionario expresó: "La desnutrición aguda ya no representa una urgencia sanitaria en la Argentina" (sic). Como corolario del asunto, aseveró que el problema de la desnutrición infantil está prácticamente superado en Argentina; faltando sólo pequeños retoques (¿¡) pero que, en general, está todo bien.

Me pregunto ¿dónde vive Durán: en Argentina, Suecia, Francia, Holanda o España? ¿de dónde son las estadísticas que maneja? ¿tal vez de Recoleta, Palermo Viejo, Villa del Parque o del Country Las Delicias?

El 4 de octubre se publica un contenido más acorde a la realidad firmado por el médico Jacobo Sabulsky, médico pediatra miembro de la Fundación Córdoba, Lactancia, Alimentación, Crecimiento y Desarrollo (CLACYD). Un contenido completamente distinto, pese al epígrafe "Como en otros países, en la Argentina persisten algunos casos de desnutrición", que acompaña a una patética foto de una criatura en grado extremo de desnutrición. Epígrafe que vuelve a confundir al lector respecto de la abrumadora realidad que describe Sabulsky.

La desnutrición infantil me preocupa y he presentado dos proyectos de ley aún pendientes de tratamiento. Uno se refiere a incluir la enseñanza de Nutrición dictada por profesionales en la currícula docente de las escuelas primarias y secundarias. La segunda, de alta prioridad propone tomar a este flagelo como política de Estado, debido a los altos índices de mortalidad y desnutrición infantil, problema que debería avergonzarnos a los argentinos.

Contrariamente a lo expresado por Durán, Argentina no tiene resuelta esta endemia. La basura no se mete debajo de la alfombra banalizando y maquillando crueles realidades con números acomodaticios o cifras abstractas imposibles de aprehender. Lo que debemos hacer es sacar el inconveniente a la luz. Argentina tiene alrededor del 40 % de la población por debajo de la línea de pobreza, casi el 50% de la gente pre-ocupada está trabajando en negro, sin obra social y/o aportes jubilatorios, y cobrando remuneraciones miserables en promedio unos 500/550 pesos mensuales.

Alrededor del 50% de nuestra población carece de agua potable y tratamiento de líquidos cloacales. Por otra parte, el sistema educativo necesita volver a la calidad y excelencia de otrora.

Nuestro déficit habitacional tiene características pavorosas: millones de argentinos viven hacinados entre latas, cartones e inmundicias.

¿Hacen falta estadísticas para saber que en los ámbitos descriptos los problemas de salud son espeluznantes? (Problemas que se inician en la gestación para agravarse en los dos/tres primeros años de vida, pues una mala alimentación y un hábitat desfavorable producen daños cerebrales irreversibles destruyendo la mayor riqueza de un país: su capital humano) ¿Alguien puede creer que la desnutrición infantil es un problema menor, que "sólo hay que hacer unos pequeños ajustes"? ¿Por qué a los gobernantes pareciera no interesarles este tema? ¿Será que las obras bajo tierra, como los caños de agua potable y cloacas, no dan rédito político? ¿Será porque es más fácil manipular gente que vive entre la mugre, la miseria, la indignidad y la ignorancia?

La mortalidad y desnutrición infantiles se las puede remediar mediante una decisión política, considerándolas prioritarias, elaborando un programa de largo aliento copiando lo que ya funciona. Me refiero al programa del doctor Abel Albino presidente de la fundación CONIN, quien lo ha concretado gracias a aportes privados. Él tomó como base el mismo que aplica Chile hace muchos años ejecutado por el médico Fernando Monckeberg.

Es política de Estado desde hace 25 años, más allá de los colores de los gobiernos. En su magnitud, abarca nutrición, agua potable, cloacas y reforma educativa. Iniciándose con una mortalidad infantil de 120 por mil. Hoy Chile posee un índice del 7 por mil, similares al de países desarrollados. El 100% de la población tienen agua potable y casi el 100% tratamiento de líquidos cloacales. Además funcionan 6000 escuelas con doble escolaridad. Como resultado, la población chilena aumentó su talla doce centímetros en los últimos treinta años. Chile invirtió en este proyecto 20 mil millones de dólares en 25 años. Cifra importante, pero que es absolutamente posible de realizar.

Es desde esa población infantil protegida y salvaguardada de donde emergen los futuros trabajadores, obreros, intelectuales y gobernantes. Para entenderlo, basta con mirar el progreso económico, social y cultural de Chile.

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